Nuestra habilidad para creer lo que nos resulta más cómodo puede hacer un flaco favor a la seguridad nacional de la misma manera que puede provocar una faena doméstica si pensamos que nadie nunca se planteará robarnos la vivienda o robarnos los datos bancarios personales que trajinamos con nuestros dispositivos electrónicos. Un proverbio inglés dice que un mar en calma no hace buenos marineros. Muy cierto, sobre todo, si durante la calma los marineros descartan que pueda levantarse la mar en muy poco tiempo. Hablando de seguridad, hay dos amenazas críticas. La primera, la prepotencia o la idiotez que llevan a pensar que las amenazas realmente no existen o no son para tanto. La segunda, que esas amenazas se ciernen sobre otros y no son ni serán un riesgo para nosotros. Podríamos citar una tercera amenaza crítica, muy mediterránea, que es la de responder con un “bueno, si eso, ya veremos”. Incluso una cuarta: otros nos sacarán las castañas del fuego. Todas relacionadas con lo mismo: una percepción del riesgo inadecuada o inexistente.
El Instituto Español de Estudios Estratégicos ha publicado un trabajo titulado «Dilemas Cibernéticos y la Estrategia de Seguridad Nacional«, (PDF) que evidencia la variedad de interrogantes a los que hay que dar respuesta si de verdad queremos estar ciberseguros en la medida de lo posible. Y muchas de las preguntas y respuestas orbitan alrededor de una cuestión central: ¿de verdad que nos creemos la ciberseguridad más allá de las actuaciones de la delincuencia más o menos sofisticada? ¿podemos sufrir un “ciberperejil”, una “cibermarcha verde” o un “ciber 11-M”? ¿estamos dispuestos a combatir ofensiva y defensivamente? ¿creemos que en caso de necesidad otros lo harán por nosotros? Como dice otro proverbio, esta vez japonés, “el pájaro que revolotee menos, permanecerá más tiempo en el vuelo”.
José Luis Hernangómez, Gerente de Ciberinteligencia
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